Lo que deseo (...) es que se recuerde qué es lo que podría producirse
si no se logra descubrir al otro. Porque el otro está por descubrir.
El asunto es digno de asombro, pues el hombre nunca está solo,
y no sería lo que es sin su dimensión social. Y sin embargo así es:
para el niño que acaba de nacer, su mundo es el mundo,
y el crecimiento es un aprendizaje de la exterioridad y de la socialidad;
se podría decir un poco a la ligera que la vida humana está encerrada
entre esos dos extremos, aquel en que el yo invade al mundo,
y aquel en que el mundo acaba por absorber al yo,
en forma de cadáver o de cenizas.
Y como el descubrimiento del otro tiene varios grados,
desde el otro como objeto, confundido con el mundo que lo rodea,
hasta el otro como sujeto, igual al yo, pero diferente de él,
con un infinito número de matices intermedios, bien podemos
pasarnos la vida sin terminar nunca el descubrimiento pleno del otro
(suponiendo que se pueda dar).
Cada uno de nosotros debe volverlo a iniciar a su vez; las experiencias
anteriores no nos dispensan de ello, pero pueden enseñarnos
cuáles son los efectos del desconocimiento.
La conquista de América - 1982
Tzvetan Todorov