y todo cuanto a ellas se parece entre los hombres. Ver
cómo revolotean esas almitas
ligeras, locas, encantadoras, volubles – eso arranca
a Zarathustra lágrimas y canciones.
Yo sólo creería en un
Dios que supiera bailar.
Así habló Zarathustra - 1885
F. Nietzsche