8/8/09

preámbulo



INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA AL RELOJ

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno
florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el
reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de
buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese
menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo.

Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo
pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo,
que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado
colgándose de tu muñeca.

Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de
darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender
a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio,
en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben,
de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad
de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar
tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado,
a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Historia de cronopios y famas.
Julio Cortázar