27/11/09

L'Ombilic des limbes


Esto no es más que un témpano atragantado. Una gran pasión razonadora
y superpoblada arrastraba a mi yo como un puro abismo. Resoplaba un viento
carnal y sonoro, y el azufre también era denso. Y pequeñas raíces diminutas
llenaban ese viento como un enjambre de venas y su entrelazamiento fulguraba.

El espacio sin forma penetrable era calculable y crujiente. Y el centro era un
mosaico de trozos como una especie de rígido martillo cósmico, de una pesadez
deformada y que sin parar cae como un muro en el espacio con un estruendo
destilado. Y la cubierta algodonosa del estruendo tenia la opción obtusa y una
viva mirada que lo penetraba. Sí, el espacio entregaba su puro algodón mental
donde ningún pensamiento era todavía claro ni devolvía su descarga de objetos.

Pero paulatinamente la masa dio vueltas como una náusea potente y fangosa,
una especie de fuerte flujo de sangre vegetal y detonante. Y las ínfimas raíces
trémulas en el filo de mi ojo mental se arrancaban de la masa erizada del viento
a una velocidad vertiginosa. Y todo el espacio como un sexo saqueado por el
vacío ardiente del cielo, se estremeció. Y algo como un pico de paloma real
socavó la masa turbada de los estados, todo el pensamiento más hondo
se diversificaba, se disipaba, se volvía claro y reducido.

Entonces era preciso que una mano se transformara en el órgano mismo de la
aprehensión. Y aún dos o tres veces giró la masa artificial y cada vez, mi ojo se
enfocaba sobre un sitio más exacto. La oscuridad misma se hacía más densa
y sin objeto. Todo el hielo ganaba la claridad.



"L'Ombilic des limbes" - 1925
Antonin Artaud